LEGADO
Yesenia es la última hija mujer nacida de un clan de
brujas muy poderosas, “los tesauros”,
que transmiten su magia hereditariamente a la primogénita de la generación
siguiente, o escalonadamente a la primogénita de cualquiera de las generaciones
subsiguientes que nazca antes de la muerte de la sucesora. Es hija única y su
madre pereció al momento de su alumbramiento, por lo que es portadora de la
magia de su familia desde el mismo momento en que abrió los ojos al mundo. Sólo
tiene un hijo: Franco. Nacido del hombre a quien amó apasionadamente por 9
meses hasta que murió por una peste arrolladora adquirida en un viaje de
negocios que hizo a Europa. Es varón, por ello no está aun asegurada la
transferencia de su potencial mágico como lo ha estado en todas las
generaciones, es portador del gen pero no posee poder alguno, es como todos los
mortales, pero a diferencia del resto tiene un destino. Mientras nazca la
heredera antes de la muerte de Yesenia la transferencia se efectuará a través
del gen que Franco posee, y Yesenia es una mujer particularmente fuerte, con
apenas 36 años de edad, aunque la longevidad no es una característica de su
especie, por el desgaste que implica manejar un poder tan fuerte. Ha hecho un
pacto con los “leges” otro clan de poderosas Brujas con quien su familia desde
épocas inmemorables ha sostenido un claro entendimiento. Al unir la fuerza de
dos genes se asegura la unificación de ambos poderes lo que las hará más
fuertes y asegura la continuidad de sus razas en una época en la que ya pocas
brujas existen.
Kasandra es de apariencia una mujer sumisa y
complaciente, que siempre ha seguido las órdenes de su madre y abuela, viene de
una familia donde hay muchas mujeres, por lo que el poder que tiene cada una
como bruja es escaso, pues su poder deviene del aprendizaje de un par de
conjuros, su esencia y un poco de intuición, con ello no puede más que
adivinarse el destino de alguien por las líneas de sus manos o leer el tabaco,
pero nada más. Su abuela aun no ha muerto y tampoco su madre, entonces es
difícil que cuente con la posibilidad de ser fuerte prontamente, además tiene
otra hermana mayor que ella y está viva, si heredara el poder de la madre,
nunca podría pasar a ella porque el legado es sólo descendente, pero posee el
Gen que al cruzarse sí puede heredarse. Es la prometida de Franco, lo que la
pone en una posición privilegiada. Desde los 5 años ha sido destinada para
casarse, fue educada para eso, entonces no considera que pueda tener un futuro
diferente. Aunque en el fondo de su alma, no es tan calma, a veces siente
impulsos a sus escasos 11 años, quiere salir corriendo, escapar y dejar todo de
lado, anhela la muerte de su abuela su madre y su hermana, para adquirir mucho
poder y ser respetada por eso y no por su vientre. Pero esos pensamientos son
pecados muy profundos que nunca pone en sus labios, y que trata de borrar todo
el tiempo, porque en verdad ama a esas mujeres que se desvelan en atenciones
por ella, sólo quisiera ser reconocida por lo que es y no por su destino, pero
sin duda ama su vida aun con ese peso tan molesto sobre su espalda.
Franco por su parte es un hombre rebelde, detesta el
protocolo en el que lo ha sumido su madre desde la infancia, le parece que no
es más que una anciana decrépita llena de tabúes. Preferiría no saber nada de
magia, piensa que está destinada a desaparecer y ser sustituida por la ciencia.
Le parece sumamente injusto que todo sea para las mujeres, se siente
discriminado en un mundo donde no es más que un padrón y todo el poder lo
ostentan las damas. Cuando se case y si puede procrear una hija, esas dos féminas,
la hija y su madre, tendrán además de la magia, el poder económico y llevarán
las riendas de su hogar, por eso se niega a seguir dirigido por ese destino,
prefiere afrontar las consecuencias.
Luna es una bailarina soñadora, su cariñosa madre le
ha permitido vivir en libertad y descubrir paso a paso sus caminos,
financieramente la soporta, aunque en verdad Luna no necesita mucho, tiene más
de lo que desea. Es una mujer libre y tranquila, una ávida recicladora,
excelente decoradora, artesana, inteligente y apacible. Tiene 18 años y ya es
muy reconocida en la compañía de ballet en la que participa y ha hecho parte de
algunas zarzuelas muy famosas en la ciudad. Vive en el mismo barrio de los “tesauros”, los frecuenta y le encanta
escuchar historias de Yesenia sobre los rituales mágicos y la amplia y
conservada historia de su familia. A Franco lo conoce desde chico, ve en él a
una persona malhumorada e intelectual, y sabe que es muy importante en la
familia, aunque nunca le han contado a ciencia cierta el porqué. Desde hace
algunos meses percibe cierta incomodidad en su presencia, se siente observada. Cuando
está en esas circunstancias, piensa que no quiere regresar, pero una vez en
casa, le vuelve la curiosidad e incluso las ganas de verlo. Eso le preocupa. Sabe
de algún modo que es un hombre prohibido, aunque es soltero. Yesenia siempre ha
dejado muy en claro que está comprometido con una ceremoniosa y hermosa mujer a
la que Luna ha visto sólo un par de veces, pero que su sola presencia la
convence del amor que seguramente sentirá por ella porque incluso los ojos artísticos de Luna se han desviado en varias
ocasiones hacia la clara piel de Kasandra y su largo cabello negro, pensando
que se vería perfecta como modelo de una pintura barroca eclipsada en el fondo
verde del campo, en la que lleve un traje blanco caído a los hombros al pie de
un rio, es una belleza natural que armoniza perfectamente con un ambiente
rústico y delicado.
Era el día quinto de la semana de la cuarta luna,
Yesenia tenía más trabajo que de costumbre, llegaban mujeres solteras de todas
partes del mundo esperando que ella, enjugara sus lágrimas y cambiara sus
dolores, soledad y tristeza por amantes apasionados y eternos. Era según las
costumbres el mejor día para el amor. El ambiente estaba un poco combinado por
el olor a incienso, tabaco y pachulí preparado para crear la idea esotérica
necesaria en sus visitantes. Siempre era cálido pese a ser una temporada un
poco húmeda. Yesenia se sentaba en una mesa de centro un poco coja, había
cortinas rojas, un mantel del mismo color y un portal de cuentas en la entrada.
Franco salió un poco distraído de casa, estaba de
algún modo escapando de su madre y sus rituales. Sabía que podría perderse todo
el día y ella ni lo notaría, particularmente porque la fila que había frente a
su casa llenaba dos cuadras de personas y eran sólo las 10 de la mañana. Con
seguridad el trabajo de su madre se prolongaría hasta altas horas de la noche,
y se acostaría tan cansada que su hijo padrón sería una sombra más al paso de
la eminente hechicera. Iba pensando en la vergüenza que sentía de ese trabajo
tan vil al que su madre dedicaba sus días y daba fachada a su morada, cuando
tropezó con Luna. Fue como si la viera por primera vez aunque ya la conocía, de
pronto la vio tan hermosa, un halo de luz dio entorno a su diminuta presencia,
entonces se percató de su aroma agridulce, que el olor mezclado del interior de
su casa nunca hubiese permitido notar. Su cabello ondulado y rubio le pareció
divertido, se imaginó acariciando y sintiendo su suavidad. Tenía uno de esos
trajes graciosos y llenos de colores, los mismos que usaba todos los días, pero
que en particular en ese momento le hizo ver cómo se contorneaba en sus caderas
latinas y como hacía silueta a sus pequeños, redondos y firmes senos. No pudo
musitar una palabra. Aunque el impacto del encuentro había enviado a Luna hacia
el suelo de un tirón, él se quedó observándola, al reaccionar ella misma a la
caída se había puesto de pie. Los dos soltaron una carcajada perfecta para disipar
el ambiente etéreo que dibujó la colisión. Franco estuvo a punto de dar crédito
a la teoría de su madre sobre el día quinto, pero prefirió quedarse con una
idea más cuerda; su pequeña vecina estaba creciendo y sólo hasta ahora podía
notarlo. Luna con su gracia característica y mayor soltura, utilizó aquella
oportunidad para hacerse invitar un helado, con la excusa de haber sido
afrentada, después de enviarla directamente al asfalto sin consideración alguna
y tenerse que levantar de ese lugar ajena a toda caballerosidad. Él no tuvo más
remedio que disculparse por su torpeza y dejarse llevar por esa pequeña gaviota
que lo tenía perplejo.
Ese fue el día cero de lo que trastocó el destino de
generaciones. Franco se enamoró perdidamente de Luna, y la destinataria de tal
adoración se prendó a su amado sin ninguna compasión, ni hacia su madre, su
prometida y su amor mismo. Conoció de primera mano el destino de su enamorado,
pero eso no la detuvo por un instante. Se dejó cegar por ese amor abrazador que
los llenó de elocuencia, esa libertad que él antes desconocía de poder al menos
soñar con una vida diferente.
Tres meses después, decidieron que se casarían, de
modo clandestino, sin invitar más que a un par de amigos de Luna muy discretos
que guardarían el secreto y cubrirían la vacante de testigos y padrinos. Lo harían
el día quinto de la cuarta Luna de ese mes, en
memoria del momento donde inició lo mejor de sus vidas. Y así pasó con
total ceremonia, y se fueron a celebrar con un picnic a un lugar hermoso
arrullado por el paso del agua a su costado, proveniente de un río que pasaba
muy cerca. Eso sí lo hicieron solos. Al caer la noche, en ese mismo lugar
inspirador, fue consumada la entrega del amor eterno de dos personas que
sobrepasando su destino aprendieron a amarse sin reserva.
Desde aquel día fueron menos discretos, buscaban
excusas para estar juntos. Luna no pudo disimular más con las visitas a Yesenia
quien los observaba con cierto reproche e intuyendo o por brujería lo que
estaba pasando entre los dos.
Y cuál fuera la dicha de ambos cuando terminado el quinto
mes desde su oculto casamiento, Luna empezó con los síntomas notorios de una
preñes evidente. Ella, quien siempre había confiado en su madre y no encontraba
razón para ocultarle lo que estaba pasando, la invitó a tomar un café,
advirtiéndole de la relevancia de la conversación que sin duda cambiaría sus
vidas. Tomaron un par de cafés negros sin azúcar, endulzados con trozos de
chocolate como era costumbre entre estas parientes. La madre un poco preocupada
porque nunca había existido tan solemnidad entre ellas, tomó ambas noticias con
calma, pero al tiempo se notó un dejo de tristeza en su mirada. No encontraba
motivo para que su pequeña hubiese ocultado por tanto tiempo la información,
pero entendió de algún modo que tras los poderes de su nueva suegra, era de
algún modo peligroso sacar a la luz tal verdad. Entonces desprovista de juicios
abrigó en sus brazos a la nueva madre, con un amor tan profundo e intenso que
el vientre de la primeriza se encogió de ternura. Esa fue la última vez que
madre e hija se vieron de ese modo y hablaron de esos fuertes amores que
estremecen la existencia.
Los novios sabían comunicarse sin decirse nada, pero
las palabras tal como lo temían eran sumamente peligrosas, y lo que pasaba
estaba en contra de los planes de Yesenia. Por esos motivos desconocidos al
mundo de los mortales, esa declaración de Luna viajó a través del viento a la
mesa mágica de mantel rojo, la misma que con la fuerza del disgusto se preparó
para el conjuro mortal que llegó del mismo modo al vientre de Luna y extinguió
la chispa de vida que empezaba a florecer. Tal fue el poder utilizado por
Yesenia en el conjuro que no sólo destrozó la vida del nonato, sino también la
suya.
Luna sangró física y anímicamente. Fue llevada al
hospital más cercano donde le anunciaron a su acompañante que de un modo
inexplicable el embrión que llevaba en las entrañas había sido expulsado,
destrozando la matriz y dejando en coma a su portadora.
Yesenia llegó al centro hospitalario, casi al mismo
tiempo un médico anuncio que sin razones médicamente conocidas, había perecido
a las 3:00 de la tarde del mismo día.
De Franco nunca se supo nada más que se esfumó como la
bruma. Nadie excepto las leyendas dio razón de él, no se sabe si las historias
son inventos de la tradición popular, o clarividencias de las pocas brujas que
aún quedan vivas y con poder. Algunos dicen que la magia de Yesenia era tan
poderosa que al morir sin una heredera y teniendo Franco el último gen, lo
llevó a un plano Astral donde puede observar el mundo pero no puede conectarse
con él. Otros dicen que pudo ser transformado en una criatura diferente como
castigo de la magia o como maldición de su madre al momento del conjuro. Otros
dicen que la magia que no pudo legarse lo consumió por evitar su destino.
Kasandra llegó a casa de “los tesauros”, como única heredera de los bienes materiales por el
compromiso que tenía con Franco y tras la ausencia de descendientes u otros
herederos, pero en realidad no encontró más que una mascota y un baúl lleno de
cucarachas. Puso en venta la propiedad, se inscribió en una universidad privada
y se volvió médico veterinario.
Lo cierto de todo es que Luna sigue en coma y su madre
la cuida todo el tiempo y en el centro médico no han podido erradicar al gato
que se posa todos los días a las 3 de la tarde en la ventana que está cerca a
la camilla donde Luna está conectada del único hilo que la sostiene viva.
Ela
MENSAJERO DEL MÁS ALLÁ
Eran
las tres de la mañana y María no podía conciliar el sueño, el calor se había
apoderado de su cuerpo, giraba sobre sí de un lado al otro de la cama, se esmeraba en apretar sus ojos, pero el insomnio superaba su fuerza de voluntad. Se
levantó descalza, fue a la cocina y tomó un vaso con agua, era muy temprano
para salir de casa, todos dormían, tendría que esperar sola y en silencio la
llegada del alba. Dio varias vueltas en la casa pensando qué hacer para matar
el tiempo, entonces la puerta del estudio de su padre estaba entre abierta, se
le ocurrió que esperaría la mañana sumergida en la lectura de un buen sabio de
papel. Entonces se aventuró a ese lugar donde había una gran biblioteca. Para
entonces estaba completamente oscuro. Se aventuró a encender la luz de la entrada, pero
no funcionó. Entonces tomó una vela de la cocina y la prendió, no necesitaba
mucha luz, sólo la suficiente para elegir un libro y lograr iluminar sus
líneas.
Cuando buscó con su vela el libro que leería, vio que todos tenían sus
pastas de color carmesí, era extraño, nunca se había percatado de ello, de
hecho, pensaba que era la primera vez que encontraba tanta homogeneidad en
aquel lugar, pero finalmente no importaba el color de las pastas de los libros,
sólo elegiría un buen título. Trató entonces de iluminar cada libro, pero se
sorprendió al encontrar que ninguno tenía título o nombre de autor, el
primero sólo tenía una letra, movió su luminaria a un lado y el siguiente tenía otra letra. Extrañada hizo un recorrido rápido por todos los libros de la
biblioteca comprobando la secuencia, cada libro teñido del mismo tono sólo
tenía una letra. Empezó a sentirse confundida, no podía estar pasando en
verdad, era imposible, no tenía claridad de la cantidad de libros que había en
ese lugar antes de esa mañana, pero sabía que al menos había leído una
colección de Alan Poe, y esos textos debían estar allí porque su padre los
coleccionaba, pero, aunque intentaba buscarlos la secuencia era la misma, un
libro, una letra, no había nada más en ese lugar. Entonces de pronto sintió un
ruido en la habitación, inmediatamente atravesó su pecho un doloroso punzón que acuchilló sus entrañas, hizo
eco de las fuerzas que produce la adrenalina y de manera inmediata movió su
mirada hacia donde la llevaba el murmullo que la estremeció.
Siempre
desde niña vio como un presagio fatídico el avistamiento de ratones, ello le
recordaba que podía perder seres queridos, pues cada vez que se topaba con uno,
la parca le hacía una visita y terminaba con el corazón destrozado, llorando
una pérdida importante. Cuando giró sobre sus tobillos, el nefasto animal
estaba en frente suyo, no pudo evitar el grito ahogado que aceleró sus
pulsaciones. Pero este animal era extraño, no estaba parado en sus cuatro
patas, sino en dos. Pudo ver sus ojos impávidos directamente, y parecían los
ojos de un búho, tenían un extraño color castaño casi dorado, María no
podía dejar de mirarlo a los ojos, casi ni se percató de nada más, ni de lo
extraño que era que estuviera en sus dos patas. Pensaba que debía moverse de
allí, debía correr, debía gritar, ese animal extraño la estaba viendo a los
ojos, la estaba desafiando, pero ella no podía mover su cuerpo, había quedado
petrificada por el impacto o él la estaba hipnotizando. Entonces su respiración
empezó a ahogarla, los latidos de su corazón eran arrítmicos, empezó a tener
ideas claras y descabelladas: Su insomnio, la puerta abierta, el color de los
libros todos iguales, cada uno con una letra, y ahora ese animal del infierno. Trataba
de despegar sus pies desnudos del piso pero no podía y el ratón seguía en ese lugar
inmóvil, mirándola fijamente a los ojos. Entonces logró retorcer su cabeza y
dirigir una mirada a los libros como pudo, con la poca luz que daba la vela
logró encontrar que al unir las letras podía dilucidarse un mensaje: “ No hay
distancia entre dos corazones que nacieron para conectarse eternamente”, eso
era todo, una frase entre esos libros, las manos le sudaban, era tan irreal,
sentía ruidos en el techo, escuchaba los latidos de su corazón, leyó un par de
veces esa frase extraña puesta ahí para ella. Recordó a su infausto amigo así
que regresó sus ojos a él, pero ya no estaba, había desaparecido como si lo
hubiera borrado con su indiferencia.
Entonces
despertó, estaba bañada en sudor, las manos le temblaban, el corazón daba
golpes en su pecho tratando de escabullirse, eran las 6 de la mañana, se dio
cuenta que había sido sólo un sueño, fue a buscar abrigo en su padre y darle
los buenos días, y encontró a su madre llorando al lado de su cuerpo frío. “ No
hay distancia entre dos corazones que nacieron para conectarse eternamente” Era
su despedida.
Ela
Ela
UN PRÍNCIPE AZUL
Estaba ahí de pie rodeado por ese extenso tapete verde que se tiende sobre la tierra, éramos tan pequeños, 6 o 7 años, estoy segura que no eran más. Tenía cabello oscuro, brillaba con el sol, pero no se notaba reseco, por el contrario tenía vitalidad, tan sedoso que son mis ojos fijos en él podía pasar los dedos sin que se atoraran. Su piel era blanca, con la palidez que imagino a un elfo, sólo estaba decorada por unas pequeñas y encantadoras pecas que en lugar de mancillar su transparencia la enaltecían y le daban ese toque especial de Tom Sawyer con que lo recuerdo.
Yo estaba en medio de mi madre y una mujer dulce que parecía apreciarme de toda la vida, estaba a mi lado también una hermana de mamá con quien salíamos constantemente a pasear. Además de sostener la mirada de aquella hermosa figura inclinada al pie del exuberante animal del que extraía leche, estaba haciendo constantes preguntas en mi interior, ¿quién era esa mujer?, ¿porque estábamos ahí de paseo?, entonces como suele ocurrirme, no pude quedarme callada y de mi boca silente y mi cabeza distraída se escapó la pregunta. Miré directo a la mujer cálida y a manera de conclusión más que de interpelación le dije: - Eres mi tía – ella un poco sorprendida, no tanto porque había interrumpido la conversación, más por la extrañeza que generó la pregunta, me respondió: - ¿quieres que sea tu tía? – entonces comprendí por primera vez en la vida que las tías no son como los papás y las mamás que vienen endosados a uno, sino que se escogen. Ella con su dulzura, con la comida deliciosa que nos había ofrecido y su calidez, además que venía con esa criatura a quien yo no dejaba de observar, estaba ofreciéndose como tía, y yo estaba dispuesta a adoptarla, sería como esa mujer que estaba a mi lado, entonces la vería constantemente y compartiría más cosas con ella, con ella y con el niño de la vaca. Entonces le dije animosamente que sí, que estaba segura de quererla como tía. Los adultos soltaron una carcajada, pero para mí fue como sellar una promesa, desde entonces así la llamé y de ese modo la respeté, aunque más tarde me tocara comprender que su respuesta fue más por sacarme del paso, para no explicarme quien era, y no porque uno pueda adoptar socialmente las tías. Aunque debo confesar que yo tengo adoptada una sobrina, y es en lo más profundo de mi alma tan importante como todos mis sobrinos de sangre.
Por años me pregunté si esa personita tan perfecta, había sido sólo un espejismo, en muchas ocasiones volví vi a la tía, pero más nunca al hermoso niño. Cuando era una adolescente, la tía me llevaba cartas de uno de sus hijos, por poco tiempo tuve la esperanza que fuera mi espejismo, me decía que su hijo me añoraba, que sufría mucho pensando en mí con miedo a sentirse rechazado, pero yo aun estaba muy pequeña para pensar seriamente en tener una relación con alguien, sin embargo en mi afán de ver nuevamente a mi príncipe azul, le dije que podía que recibirlo. No sé que me decepcionó más, si ver a mi enamorado y darme cuenta que se le parecía, pero con plena seguridad no era mi ensueño, o escucharlo hablar. No era su tono de voz, porque de hecho era muy masculina, fuerte, al tiempo; tersa y embelesadora. Pero definitivamente era un hombre mucho mayor, un poco vanidoso, pero sobre todo con más mundo del que yo podía siquiera imaginar, y yo tan solo una niña, que soñaba con un mundo poético y sutil, no era la mujer para el galante “primo”. Abrí la puerta con el deseo de encontrar como decía mi madre, el hombre que tocaría a mi puerta sin tener que ir a la calle a buscarlo, porque para entonces pensaba que era muy importante ser la mujer decente, de buenas costumbres que me instruían. Y me encontré con la realidad, no sólo mi príncipe tal vez sí era un espejismo, sino que no estaba preparada para salir al mundo. Después de volver a mi habitación pensando en lo que había comprendido a medias, de mil preguntas nuevas que tenía, mi mamá se me acercó como lo hace casi siempre que conozco a algún hombre y me dijo: - ese no es para ti, es muy machista, desde el patio escuché como hablaba, por más hijo que sea de tu tía no te conviene -. Me molestó mucho su juicio, como me ha molestado siempre, no me gusta que sea tan prejuiciosa, aunque tal vez para entonces tenía razón, pero casi por irreverencia y por ese sentimiento de siempre de proteger al desvalido, llegué a considerar verlo nuevamente. Ahora los recuerdos no me dan para desenmarañar los años y saber si hubo otro cuando, sólo sé que ese día ya había tomado una decisión y no era perpetuarlo. Y otra medida más relevante en la historia, entender que ese pequeño era parte de mi infantil imaginación.
De a poco me fui instruyendo en las artes del amor y la desilusión, que al parecer a esas tempranas edades vienen aparejadas. Viví cosas que hoy en día parecen normales e irrelevantes, pero que entonces fueron endureciéndome el alma y hubiesen podido acabar con mi vida, si la muerte hubiera sido una salida más sencilla y no le tuviera tan poca tolerancia al dolor. Esas historias no vienen mucho al caso más que a manera de resumen la que fue transversal a la de mi amor platónico.
Ya desencantada de los cuentos de hadas y bien parada sobre la realidad, conocí a un chico de mi edad, tuve con él una bonita relación por 17 meses, interrumpida y precedida por otros 17 desastrosos meses. Fue la relación más estable que tuve en aquellas épocas, y que sin duda despertó sentimientos muy bonitos en mí, pero que también me hizo entender muchas cosas sobre el funcionamiento cíclico y común de ese tipo de experiencias.
En fin, lo importante aquí es que en una de esas salidas nocturnas habituales con mi novio de turno, y cuando digo habituales era de todos los domingos. Estábamos bailando en la pista de una discoteca, cuando el corazón se me detuvo por unos segundos después de un abrupto coletazo. Era él, en medio de la gente y 10 años después. Lo reconocí de inmediato, y como si él me hubiera reconocido también o hubiera quedado atrapado en el impacto de esa mirada que no lo dejaba en paz, me sostuvo por un largo tiempo la mirada. Nuestros cuerpos giraban pero no los ojos, seguíamos ahí prendados, como si se borrara la música estridente, las conversaciones de nuestros acompañantes e incluso los demás bailarines, estábamos solos, en aquel momento nos identificamos como almas gemelas que siempre se han esperado, pero no era el tiempo de los dos, ya parecía demasiado tarde.
Luego de aquel día se volvió tan habitual aquella danza cósmica, como era habitual mi salida los domingos, lo encontré varias veces, como si el destino programara aquel encuentro una y otra vez, tal vez era una manera de lavar nuevamente mi cerebro y entender que era real, o quien sabe, una broma de la razón.
Un día soleado de esos que pocos se ven en mi pueblo, con ese viento que golpea mis mejillas y las enciende dándoles ese tono de sangre con leche. Estaba en una activad comunitaria, de las que frecuentaba entonces. Iba caminando en dirección al parque con uno de mis grandes amigos, Uriel, que además era también mi pretendiente como muchas veces me pasó con mis amigos que en su mayoría siempre fueron hombres. Pasamos por una joyería cuando mi amigo se detuvo para dar un saludo muy familiar a alguien. Para mi sorpresa, y por primera vez en tanto tiempo, pude encontrar a mi encanto en otro ambiente diferente, no en su finca, no en esa discoteca detrás de tantos rostros ajenos, sino ahí uno a uno, cara a cara. Mi amigo casi leyó mis gestos y los suyos, entendió inmediatamente lo que pasaba, y de algún modo terminó por convertirse de algún modo en nuestro celestino.
Para entonces yo estaba sola y era libre para hacer mis sueños realidad, pues mi novio después de 17 meses de relación había encontrado con quien compartir sus rutinas; una hermosa niña, muy niña por cierto, que aún se vestía con esos hermosos trajes de tul con los que yo iba a la iglesia a los 10 años, por los que adivinaba que no llegaba a su primera docena de noche buenas. Y ya mi principito de cabello negro no era más un espejismo, era una dulce realidad que me miraba a los ojos como siempre soñé que los mirara, con esa voz penetrante que siempre ha hecho estremecer mis entrañas, esa calidez en su andar, sus manos fuertes y su cuerpo esbelto y esos labios tersos y profundos.
Ese debería ser el final de todo, pero la verdad las historias reales nunca terminan como los cuentos, porque uno le da a los cuentos el final que quiere, el que sueña, y yo puedo decir que es este. Pero tal vez si así lo fuera, el final de “tuvieron muchos hijos y fueron felices para siempre”, hubiera empañado un montón de historias que he disfrutado y padecido después, pero sin duda tomé una pésima decisión, producto de la compasión que ha gobernado mi vida, que destruyó aquella pictórica historia y me regaló 17 perversos meses posteriores.
Sin embargo, no fue por completo el final de nuestra historia juntos, 10 años más vivimos cosas que se apuntalan en el recuerdo, nos cruzamos después de cada misa de 8 de jueves santo y a las 12 de la noche de todos los fines de año. Caminamos muchas veces juntos, como si nunca nos hubiésemos separado, por las calles agónicas de nuestro pueblo, en las horas en las que los cuerpos reposan. Nos besábamos conscientes de que la espera para el próximo encuentro sería eterna. Mamá siempre lo supo, porque lo adivinaba en mis ojos perdidos cuando llegaba a casa, de manera maliciosa casi preguntaba, ¿otra vez?, creo que de algún modo lo aceptó porque sabía cuánto lo amaba, y nunca entendió porque siempre fue clandestino. Incluso una vez protagonizó de cuenta de mi propietario en los 17 meses siguientes, un tropel sin nombre, destrozaron casi dos bares, y aun recuerdo que decía – al menos yo no me tengo que pelear por ella, me ama sin yo tener que hacer nada- y era cierto.
Una noche la pasamos juntos tomados de la mano sin hacer sacrilegio a la castidad sobre nuestros cuerpos. La única vez que decidimos poseernos fue un intento fallido; nos miramos fijamente a los ojos y nos abrazamos fuertemente, sin duda fue una especie de despedida, no pudimos mancillar lo que había sido tan hermoso, o era tiempo de darlo por terminado, porque nos vimos por última vez en los lugares acostumbrados, hasta esta noche que soñé contigo en la salida de misa de ocho.
Ela
2 comentarios:
Gracias Mary por compartir tus escritos y felicitaciones por salir al ruedo de tan delicioso arte. En si, la trama me pareció corta, agradable, envolvente y con un mensaje contundente. Para próximos, te sugiero disminuir la palabra "Tratar", ya que el significado de ella es: poner mucho empeño en hacer algo, pero sin lograrlo; porque cuando se logra, ya no significa "Tratar", sino, hacer. Y en tu escrito, esta palabra la utilizas como acción realizable y varias veces. Me gustó mucho el fondo de tu Blog.
Edgar González
Muchas gracias por tu aporte, enriquece mucho la dedicación que has tomado en profundizar en él, lo tendré en cuenta y me ayuda mucho a mejorar cada día. Un abrazo.
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