LA
CASA DE LAS BRUJAS…O DE LOS GATOS
“La
casa de las brujas o de los gatos”, así titulaba el
encabezado. Llena de curiosidad busqué la crónica, además del título sugestivo,
llamó mi atención el momento en que reconocí la olvidada casa en la fotografía.
Pero desilusionada comprobé que estaba mal retratada la historia y el recuerdo.
Entonces decidí que un día, pintaría con mis propias letras, la imagen que
tengo del pasado y presente de ese montón de escombros olvidados. Y este es ese
día.
Hace unos treinta
años, tal vez más, mis tíos maternos que eran tres varones, hicieron un negocio
de intercambio. Tenían una casa grande con ventanas de madera coloniales en el
sector de la pista o el Edén como coloquialmente es conocido el sector. Hoy en
día es un espacio bastante comercial, pero otrora estaba ocupado por casas de
ancianos al menos en mi memoria. La casa estaba al lado de la de mi bisabuela,
ésta última después fue convertida en “putiadero”… Pero esa es otra historia.
La cambiaron por tres lotes para construir
tres apartamentos; un par para dos de mis tíos, uno para mi abuela y una
Finca de 30 cuadras en un lugar muy alejado del pueblo, nos tomaba unas 2 horas
llegar en nuestros años mozos. El extenso terreno campestre quedó dividido en
10 cuadras para cada uno, en medio de ellas el espacio asignado al tío Nicolás
tendría además una casa grande, dado que a él no le tocó lote en el pueblo.
Mientras se hicieron
las negociaciones y se construyó la casa de mi abuela en el pueblo, hicieron un
ranchito de madera burda en la finca, levantado como una palomera, con lo que
podría decirse una única y amplia habitación. Bajo ella quedaba un fogón - más
una fogata que otra cosa - donde se preparaban los alimentos, y el baño al aire
libre, por eso había que hacer pis antes de acostarse, porque de noche podía
ser peligroso o al menos muy frío. En esa cabañita improvisada cabíamos casi
diez personas, en fila y bien acomodados porque básicamente tenía como ancho el
largo del más adulto y de por sí en mi familia no hay gente muy alta. Un día
nos llegó la noticia que ese ranchito encantador y maltrecho había desaparecido
en la hoguera que formó el fogón y ese día nos quedamos sin lugar al que
regresar de paseo.
La esperanza para
nuestras futuras vacaciones estaba en el caserón que empezó a construirse en terreno del tío
Nicolás. Ese lugar de desproporcionadas dimensiones estaba hecho a la medida de
la imaginación del tío Jorge y sus ideas aristocráticas que con el tiempo quedaron
convertidas al igual que esa casa sin terminar en meras ideas. Tenía un espacio
para la chimenea, amplios corredores, varias habitaciones con capacidad para
albergar a toda la familia presente y futura, baños, un gimnasio, un aspecto
rústico pero colonial trazado con troncos gruesos cortados en la misma finca
que le daban imponencia a su estructura, mis tíos con una cierta conciencia
ecologista consideraban importante conservar la madera en su aspecto natural,
tal vez a mi abuela se le ocurrió que podía colgar algún cacharro, pero no creo
que fuera la idea inicial de las ramificaciones de las columnas, a menos que
fuesen canastos de flores o hojas verdes. Alcanzamos a caminar por el corredor
de la parte delantera del segundo piso porque a la parte de atrás no le
pusieron tablas para caminar, ellas llegarían a medida que se efectuara la tala
controlada de árboles y la resiembra de los mismos. Pero pese a una tala
indiscriminada de la que mis tíos nunca recibieron los réditos, las maderas
nunca llegaron, y de hecho cuando paso detrás de la casa, veo menos tablas de
las que había cuando estaba chica.
El dinero rápidamente
empezó a escasear y ese proyecto ambicioso quedó como quedan las cosas cuando
la falta de dinero y ceso abundan. Los tíos por un tiempo más insistieron en la
tierra pero no mucho en la casa. Jorge tenía varios plantíos, era muy constante
pero no le daba para vivir, así que con el tiempo y talvez también por su
iglesia, buscó otros horizontes. Nicolás ha permanecido de manera intermitente,
pero es un poco perezoso y de no mucha iniciativa, ha vivido y dormido muchas
veces al abrigo de las ruinas de su legado, hasta recibió unos gatos castrados
que rechazó la suegra de Jorge, y los tuvo de inquilinos un tiempo, hasta que el mismo tiempo los fue exterminando
uno por uno. Y Frank que es quien más ha persistido en la empresa, vivió un
tiempo de ermitaño, no en la casa porque estaba sin terminar, armó un cambuche
estilo militar bajo un plástico y se mantuvo a punta de yogures fermentados por
él mismo hasta que posiblemente acabó con la resistencia de sus huesos y ellos
empezaron a encorvarse sin voluntad, pero nunca perdió la fuerza y la
persistencia. Un tiempo estuvo cortejando a la esposa del aserrador, esa
familia de andariegos tuvo cabida en la casona sin terminar, pero al igual que los
gatos, también un día se fueron, no terminaron la casa y le dejaron un vacío
más hondo. El ermitaño finalmente logró enredarse entre sus piernas una mujer
resguardada del apremio varonil en una finca lejana del municipio del
santuario, lo que lo obligó a cambiar el cambuche por una casa, curiosamente
hoy que la veo está en peores condiciones que el cambuche y la casa colonial
sin terminar. Y a pesar de intentarlo una y otra vez, de arar el campo, cuidar
sus bestias y añorar con esas tierras, un día también desistió y abandonó.
Entonces, la
terminación de la casa de la dos palmas como hace unos días la llamó mi esposo,
porque le parece injusto el nombre de las brujas y los gatos, cuando ya hay más
murciélagos que gatos, quedó suspendida en el tiempo. Los niños que jugaban con
Joe – El perro de los tíos – y corrían por esas montañas y tenían habitación
reservada en la casona, ya tienen otros niños, y tuvieron que olvidarse de las
vacaciones y los trabajos campesinos. Frank algunas veces dijo que lo piso una
bruja, pero ese tipo de mitologías campesinas abundan esos campos sin ser culpa
de la inconclusa morada, de hecho el dicho popular reza “yo no creo en las
brujas pero de que las hay las hay”. Los tíos si están enfermos, un poco
cansados y muy pobres, pero ninguno se ha muerto de cáncer como decía la
crónica, ni tampoco viven en la Ceja, creo que Frank querría para volver a
visitarla más seguido, pero vive en el santuario y los otros dos en el mismo
pueblo. La idea de hacerla una finca ecoturística la he tenido un par de veces,
pero la finca no es mía, y ese no es mi fuerte. Al principio no quería escribir
porque parecía un desquite petulante de quien tiene su propia verdad, pero
luego di gracias a ese estudio poco profundo, que miró en la pupila olvidada de
mi historia familiar, para dejarme un olor a humo y pasado en las venas y estas
páginas.
Escribir un poco de
los retazos que guarda la memoria, de lo que quisimos y nunca fue la casona, no
escribir sobre los sueños que ya llegamos a tener de nuevo después de recordar
que existía, evoca ese escritor cruel que un día dijo “el olvido que seremos”,
porque estoy convencida que la muerte es el olvido.
Ela.
RETRO –
TECNO
Después de ver a mi mamá – quien siempre se quejaba de
la juventud de hoy en día pues no se despegan de los video juegos y la
televisión – en una lucha incansable porque no se le acaben las vidas en Candy
crush y que para descansar de ese juego se dedica exclusivamente a series de
Netflix, me pongo a reflexionar sobre el avance avasallador que ha tenido la
tecnología en la última década.
Me recuerdo con mis otros dos hermanos, esperando un
aparato tan mágico como una nave espacial, de color beish claro, donde hicimos
nuestros primeros helados de chocolisto, esa nevera que llegó un día por la
noche a casa, nos desveló, no sé si por la magia de la novedad, o porque nos
tardamos mucho esperando que se congelaran para probarlos, pero eso no pasó
hasta el día siguiente. Ese aparato era una cosa extraña que llegó a ocupar un
lugar privilegiado en nuestra casa de tierra fría. Ahora que no puedo vivir sin
una nevera y que me la paso buscando una que tenga un congelador más grande, me
pregunto como pudimos vivir nuestros primeros años sin esa cava, ¿qué hacía
mamá para conservar los alimentos?, pero finalmente pienso que las costumbres
alimenticias hoy son muy diferentes a lo que eran antes; en la variedad no
estaba el placer, sino en la costumbre, los fríjoles eran en la noche, y la
porción justa para terminarlos entre toda la familia, no había variedad de
quesos, a lo sumo una mantequilla hecha con leche que mamá batía en la mañana y
se gastaba en esa misma mañana, incluso al terminar la arepa con que la
combinábamos, nos la comíamos sola, no hacíamos jugo todos los días, pasábamos
con agua de panela y sus variedades: chocolate con agua de panela, tinto con
agua de panela y limonada con agua de panela, a lo sumo si quedaba un poco la
utilizábamos para los ojos para no pasarnos con lagañas y servía era
trasnochada.
Nuestro primer televisor era muy pequeño, la mitad de
la pantalla de mi computador actual, cuadrado y muy lindo. Por muchos años me
negué a despegarme de ese tiesto blanco y gris como los colores de su
proyección. Hubo todo un evento cuando llegó a casa el primer Televisor a
color, y creo que fue el ultimo regalo que mamá recibió de los que llamaba “para
la casa”, por lo menos de parte de mi papá, porque nosotros después le
regalamos un día de la madre un reloj que tenía cara de lápida y no nos quedó
ganas de volverle a dar regalos “para la casa”. Obviamente como era de mamá, ella decidía lo
que se veía en él. Ambos, el pequeño que duró una eternidad y éste nuevo,
estaban pegados a una antena aérea, era toda una hazaña lograr una buena imagen
porque dependía de una antena, de ahí el primer atentado que recibió el TV a
color. Por más o menos un año, nos vimos avocados a vivir en la zona rural del
municipio donde crecí, para nosotros como niños fue una hermosa experiencia, un
poco incómoda porque teníamos que viajar en bicicletas, y no teníamos la casa a
la vuelta de la esquina como cuando estábamos en el pueblo, lo que nos obligaba
a pasar mucho tiempo donde otras personas que nos acogían. Siempre tengo en mi
mente a mi hermano pequeño en una camiseta naranjada, y un sombrerito que le
estaba deformando la cabeza, parecía que hubiera nacido con él, nunca se lo
quitaba, eso y la arena atreves del último tramo de carretera, son las imágenes
inmediatas que tengo de esa finca que quedaba a sólo media hora del casco
urbano y en la que pasé un hermoso año de mi vida. Ya estaba entrando en la
adolescencia, en ese momento donde uno no sabe si es niño, porque ya para eso
es muy grande, ni si es adulto, porque aun es muy chico. Entonces volviendo al
televisor, estaba unido a la antena de aire en lo que podría llamarse el patio
de la casa, pero es que en el campo los patios se unen con toda la finca e
incluso otras fincas. Sentimos un estruendo que parecía haber explotado una
bomba nuclear, corrimos todos a la habitación de mamá, cuando vimos el cuerpo
robusto medio deforme del TV tendido en el suelo, había caído de la altura del
chifonier donde mamá lo había ubicado, era demasiado para ese aparato, no había
nadie jugando cerca y mamá lo había puesto ahí para que nuestra desparpajada
conducta no le hiciera daño. Cuando verificamos que había pasado, al parecer
una vaca que se encontraba por los sectores aledaños, estaba tratando de sintonizar
una cadena, porque no gustaba de las clásicas novelas que en ella se veían, en
fin después de una reparación, ese televisor dio guerra muchas años.
Finalmente de la televisión el recuerdo más próximo
que tengo después de la programación monótona y muy educativa que presentaban
por los dos canales que para entonces se proyectaban, fue la competencia
internacional que a ellos les llegó de la única parabólica de mi pueblo. La
llamaban la antena o la parabólica de don Ruben. Era el nombre de su propietario,
un hombre adinerado casado con una profesora de escuela que tenía cierta
influencia en la localidad. Hoy que conozco el sentido comunitario de estas
antenas y cómo se manejaba en mi pueblo, estoy cada vez más convencida que en
los pueblos las personas se aprovechan del
conocimiento en su propio beneficio. Lo cierto es que en esa parabólica de
joven varias veces intenté, con otros compañeros, elaborar algunos programas de
orden social, pero don Rubén nos pedía tanto dinero que era casi un imposible,
y más fácil lo hicimos en una antena pirata que interfería las señales locales
para dar películas completas sin comerciales, eso era una maravilla, era como
el netflix del momento, y nosotros sin costo alguno pudimos hacer un par de
telerevistas, lo malo es que no era un acto lícito y terminaron por
desmontarla. Cuando llegó la parabólica yo era muy consciente, recuerdo que
tendría para entonces unos 10 años, me la pasé un sábado completo viendo
televisión que precisamente no era a color, de esos hombres con los que soñaba
y esperaba emparentar algún día, películas de Pedro infante y Jorge Negrete.
Para entonces adoraba su caballerosidad que era tan parecida a los cuentos y
los libros que leía, a los ideales de hombre que tenía en mente. Por lo demás
mamá era una mujer muy estricta con la televisión, decía que estábamos muy
chicos para ver novelas, por eso nunca vi los pecados de Inés de Hinojosa, ni
quinceañera, novelas de las que todos mis compañeros hablaban luego en clase,
de contrabando y eso porque mamá estudiaba de noche, me vi Calamar, que era una
especie de Calimán como el que tenían las revistas de mi tío Frank, unos días a
la hora de almuerzo me veía apartes de “Topacio” no mucho, pero lo suficiente
para saber que mi tío Jorge me llamaba así sólo porque tenía el cabello largo,
porque por lo demás ningún otro parecido, luego lo cambió a la mencha, al menos
ella era de cabello largo, rubio y rizado como el mío, ese día descubrí que mi
tío no era ciego, sino que antes no tenía otra mujer bella con quien compararme
más que con Topacio.
En verdad si bien mamá era muy cuidadosa de los
programas que veíamos, no significa que no vimos nada, lo lícito era sentarnos
frente a la TV toda la mañana a ver un programa que se llamaba la “alegría del
saber” y luego “plaza Sésamo”, esos dos programas en mi mente se mezclan, no se
con claridad qué contenía de diferente cada uno, en todo caso ambos eran
educativos. Recuerdo mucho unos muñequitos en cartón, tratando de enseñar
francés, será por eso que cuando pienso en una lengua extranjera, la única
opción viable que se me ocurre es esa, un cierto cariño con olor a hogar me
llama hacia esa lengua, en cambio el inglés está negado completamente a mi
mente consciente.
Mamá habla mucho de los pitufitos azules, y yo tengo el
recuerdo vago de ellos, lo que implica que sí los veía, pero seguramente con
menos periodicidad, porque no tengo imágenes tan claras. Candy y la avejita
maya, que sin duda eran programas eternamente traumáticos que debieron haber
contaminado las esperanzas de mi generación, un par de programas de súper
héroes, manimal, magnun, magyver y lobo del aire, eran los programas más
violentos que veíamos, y yo llegué a enamorarme perdidamente de Automán, un
personaje que teníamos que ver en la tv a color porque yo lo recuerdo con su
traje tecnológico azul, era como una especie de holograma, ese fue sin duda mi
primer amor platónico.
La televisión era como un premio, excepto por los
programas educativos que sagradamente nos sentaban a ver, para dejar a mamá a hacer
los oficios de la casa, que para esa época eran muchos con tantos niños
pequeños, el resto era; o un plan familiar de los domingos como sentarnos a ver
los magníficos a las 5 de la tarde antes de irnos a misa perdiéndonos todos los
finales, o lobo del aire en la mañana al lado de mis hermanos, o uno que otro
programa si uno se manejaba bien, si ganaba los exámenes, si hacía las tareas,
bueno en fin con un “si” siempre por delante. Hoy tengo que pedirle permiso a
mi hija Samanta para quitar a “pepa” – su programa favorito- del televisor, y por lo general nunca la
convenzo, la dueña de la programación es ella.
Y si la televisión fue un gran descubrimiento, ni que
decir de esos dispositivos auxiliares que algunas personas tenían, nunca
nosotros, apenas me vino a tocar ahora en la edad adulta un Blu-ray, para hacerse una idea de la pobreza
tecnológica con la que crecí. Eso no significa que la desconociera. Con mi
amigo de mecato en la producción de algunos materiales para el grupo de
comunicación que liderábamos, los tuve muy de cerca, primero ese gran
reproductor llamado betamax, era demasiado grande, aunque el disco no tanto,
pero sí era grueso, para quien no pueda imaginarlo: es como insertar por el
orificio de un cesto de basura, un libro de literatura, más o menos esas eran
las proporciones. Ese aparato era mágico, devolver y adelantar una película,
eso no nos cabía en la mente, más que verlas nos gustaba devolver y adelantar o
rebobinar el disco, eso era toda una hazaña.
Incluso tuve una hermosa película de Charles Chaplin que se la terminé
regalando a un tío porque no tenía donde verla. Luego Llegó el VHS, era un
aparato más sofisticado, no tan grande pero la película sí lo era, en términos
generales no eran muy diferentes, era sólo como un beta mejorado, en él se
podían grabar imágenes directamente de la televisión, no sé si con el beta
también, pero era más común que se hicieran anuncios sobre las ventajas de
grabarlas, para no perderse del final de las novelas, en el VHS. Quien iba a
pensar que años más tarde pasaríamos al singular concepto de un disco compacto,
ni por el asomo de la curiosidad alguien cavilaría que allí se condensaría
tanta información, pues para entonces entre más grande era mejor.
Mi muy escasa experiencia con los video juegos, está
representada en la imagen de una caja negra, un poco más pequeña que una caja
de zapatos y unos controles que se tomaban con la mano como claves musicales,
el “Atari” aún siendo un lujo mayor, sí pasó por nuestra casa, de hecho tengo
la idea que no era nuestro, sino de un primo que siempre estaba al día en ese
tipo de tecnología. Lo cierto es que sólo era uno para los tres, y mis hermanos
en especial David eran muy acaparadores, y para ajustar a mi mamá le dio por
decir que eso dañaba la pantalla del televisor y erradicó pronto y por completo
esa plaga. Entonces de él tengo mínimos recuerdos, un par de veces jugué algo
que creo que se llamaba gallet; era un hombrecito de traje, se agachaba y
saltaba para evitar el contacto con los objeto y se le terminara una vida,
subía escaleras y entraba por algunas puertas y así pasaba de piso en piso,
creo que no eran puertas sino asesores, alguna vez también un juego de carros
que cambiaba el aspecto del clima y la carretera, de pronto uno de futbol que
no se si lo jugué o sólo lo vi jugar, no creo que mis hermanos hubieran explorado
muchos juegos diferentes, porque cada uno implicaba tener un casete tan grande
como el de un beta e insertarlo en la consola, y no creo que hubieran inventado
los casetes piratas, así que seguramente eran muy costosos.
La tecnología informática llegó a mí a través del
D.O.S., ese era el sistema que existía entonces y no sé en realidad si eso es
un sistema, un programa o qué es, no es que hoy sea muy experta en las
tecnologías actuales, donde lo único que uso es Word para escribir, power point
para cualquier trabajo que requiera mayor edición, Excel para listas y sumas y
algunas aplicaciones que uso en el trabajo, nada más.
Lo cierto es que en clases de informática, teníamos
una sala de computadores, para aprender a encender el equipo, apagarlo e
insertar el disquete, de pronto crear una carpeta o copiar información y eso no
era tan fácil como ahora, eventualmente realizábamos cursos adicionales para
aprender algunos comandos básicos, que en últimas no se qué hacían. Recuerdo
que yo me inscribí a uno y la mayor producción de ese curso fue el certificado,
el cual imprimimos en esas formas continuas que se tiraban a partir de una impresora
de cinta, con un ruido estrambótico, que a veces se pegaban o se enredaban y se
perdía mucho papel, hasta lograr ubicarlo nuevamente.
Como se vaticinaba que los avances tecnológicos nos
obligaban a saber mucho al respecto, entonces recién graduada del bachillerato
mi mamá me pagó un curso de caligrafía, consistía en llevar una máquina que
pesaba muchos kilos, casi más que yo, a una escuela donde me enseñaría a usar
todos los dedos. Aguanté ese peso por no más de un mes hasta que me di por
vencida, empezando porque esas máquinas de escribir requerían de mucha fuerza
para presionar las letras y mis dedos delgados y debiluchos terminaban
trochados en cada intento. Eso y mi mala ortografía jamás hubieran obtenido un
título por ese medio. Yo no entendía cómo podían suceder que las secretarias de
la alcaldía escribieran en esos artefactos con sus uñas bien largas y mirándolo
a uno a los ojos y yo no podía con uñas cortas y mirando el teclado.
El primer programa que recuerdo se llamaba Word
perfect, un editor de texto parecido a Word y sin ofender marcas, pero para mí
servía para lo mismo, lo que ha mejorado es que es más amigable. Lo tenía el
computador de la Casa de la Cultura, donde además había llegado el internet,
aún no sabíamos para que servía ese sistema ruidoso, pero al parecer se
utilizaría para saber qué cosas se podían consultar en los libros de la
biblioteca.
Recuerdo que entonces decía: “si mamá tuviera con qué,
podría regalarme un aparato de esos y me tendría en casa todos los días pegada
a él escribiendo”, eso me parecía un estado ideal, siempre fui mala para
hablar, pero adoraba la comunicación escrita; intercambiaba cartas con
estampillas a mis amigos, que demoraban en llegar un mes, y otro para recibir
respuesta, jamás imaginaría que las conversaciones podrían llegar a ser
instantáneas. Cómo sería mi tristeza cuando después de un mes se me retornaba
una por error en la dirección. Les echaba perfume, les pegaba pensamientos
disecados, y me extendía después de un saludo de cortesía en múltiples
observaciones sobre la vida, sobre las dudas, sobre todo lo que tuviera en
común con el receptor, una que otra poesía mía y todo mi afecto, insistiendo en
que esperaba respuesta. Cuando se me anunciaba que tenía una carta, ese día mi
corazón palpitaba como si un gran amor hubiera llenado ese papel de poemas.
Cuando crearon la primera sala de internet, estaba a
media cuadra de mi casa, pensaba que el internet sólo servía para entrar a una
página que se llamaba latinchat y era para hablar con personas de otros lugares
de Colombia e incluso de otros países. Mi experiencia de ese chat fue tan
desilusionante como hoy deberían ser muchas redes sociales, pero la
superficialidad se terminó volviendo de moda. Como no todo es malo, aun
conservo un amigo peruano que conocí en ese chat, se debía usar un seudónimo, y
sólo aparecían letras, nada de fotografías, lo que era aprovechado por los
usuarios para crear perfiles falsos, recuerdo que mi amigo era la única persona
que hablaba seriamente y se interesaba de temas trascendentales, por eso aún
tengo contacto con él. Lo que no olvido es que mi amigo me preguntaba cual era
mi MSN, pasaron años después de perder contacto con él, para cuando supe que me
estaba preguntando, pero por Face, él me localizó luego.
Mi primer correo electrónico no lo cree yo, un amigo
lo hizo, y yo a duras penas aprendí a manejarlo, luego más experta se lo cree a
mi mejor amiga, a mi mamá y a muchas otras personas. Es así como el uso de esas
tecnologías se fueron esparciendo rápidamente como una plaga. Pareciera que fue
ayer cuando escuchábamos en la distancia ese ruido armónico del PC conectándose
a internet, sin que nadie pudiera tomar el teléfono porque nos quedábamos sin
señal, o cuando nos reuníamos para ver la televisión en una casa ajena o toda
la familia en la habitación de mamá, que íbamos al teatro a ver la película de
una vieja proyección, que escribíamos cartas en papel, que nos enterábamos de
lo que pasaba en el mundo sólo en el noticiero de las 7 y muchas veces eran
noticias que había acaecido días anteriores. Hace nada nos despertábamos en un
mundo lento, donde leer un libro era el plan más divertido, salir a mirar los
verdes colores del campo, y las noticias más actualizadas eran los chismes de
los vecinos. Pero ahora estamos en línea, sabemos igual de rápido sobre el
divorcio del sacristán, un tren
estrellado en Inglaterra, la deposición de un presidente latinoamericano y el asalto a nuestra cuenta bancaria. La
tecnología avanza tan rápido que cada segundo nos desactualizamos más, estamos
obsoletos y no le seguimos el paso, en contraposición a la maravilla que nos
generaban los cambios en la lentitud del pasado. Nos sentimos ahogados si
perdemos o dejamos el celular en casa, no imaginamos un mundo desconectados, yo
misma no concibo escribir estas líneas
en papel y lápiz, y de hecho uso casi todos mis dedos, aunque las
pantallas táctiles sólo requieran del índice.
Es increíble que estando tan unidos estamos cada vez
más separados, tenemos grupos familiares en Whats app, pero no tenemos tiempo
para reunirnos y muchas veces sólo compartimos textos que ya otros nos
compartieron y que sólo tenemos que copiar y pegar. Conocemos de primera mano
la información sobre la corrupción de los políticos de turno y los seguimos
eligiendo como recompensa a su mal desempeño, tenemos cosas que nos deberían
hacer la vida más fácil, pero terminamos trabajando más y teniendo menos tiempo
libre. Bienvenida la tecnología y que siga avanzando más, pero ojalá un día la
pongamos a nuestro servicio.
En un intento...
LOS PRESIDENTES.
CONTADO DESDE LA IGNORANCIA POLÍTICA E
HISTÓRICA
- SOBRE MIS EXPERIENCIAS DE VIDA -
Desde que tengo uso de razón, escuché hablar de un presidente que se
llamaba Belisario Betancur. Recuerdo en esa época donde personas muy adultas me
decían: “pero niña ¿cómo que no sabes quién es Belisario Betancur? Si a ti te
tocó ese presidente” pero yo juraba que no sabía quién era y ahora que miro su
biografía definitivamente esa cara nunca la había visto y para 1982 cuando
inició su período presidencial yo apenas tenía 3 años y para cuando terminó
seguramente no veía noticias, porque nunca olvido un rostro y sólo puedo
recordar su aparición en las palabras de personas adultas que se indignaban
porque yo no sabía quién era. Hace unos años me pasó lo mismo pero a la inversa, cuando le dije a mi
sobrina ¿recuerdas la hora Gaviria? Ella asombrada me dijo y ¿quién es Gaviria?
Yo no podía creer que ella no lo supiera, entonces supe que ahora yo había
envejecido.
A quien sí recuerdo con más claridad es a Virgilio Barco, pero mis recuerdos se sitúan casi a finales de su carrera, cuando hago memoria de sus presentaciones
televisivas. Era un anciano de aspecto tranquilo, siempre vestido de traje.
Cuando ya de adulta vi envejecer a cada persona que ocupaba tal dignidad, me
preguntaba si ¿Barco había llegado a ese cargo anciano o si la presidencia
había llevado su longevidad a ese estado?. Creo que el sujeto estaba involucrado
en ciertos asuntos muy importantes, pero yo sólo podía recordar su pasividad. Pensaba que los presidentes no hacían nada complejo, que eran como una especie
de príncipes dedicados a ser servidos, unos personajes algo decorativos con aspectos importantes pero
nada más.
Mi conciencia política de la mayor dignidad del estado, fue hacia ese
hombre de voz nasal que de algún modo me molestaba tanto cuando hablaba, como
cuando lo hacía la reina de belleza Paola Turbay. Ese hombre delgado, bien
vestido, de cabello lacio y oscuro, tez blanca, , muy joven, tuvo una
participación casi accidental en la historia, por lo menos en ese momento de la
historia que inició de un modo doloroso. Por eso antes de detenerme en los
recuerdos suyos, quiero pensar en lo que evoco de ese momento anterior a su
presidencia.
Aun tengo en mi memoria unos carteles que en su momento eran
monocromáticos y debieron ser de un rojo intenso, pero que solo puedo rememorar con el casi
rosa que terminaron antes de ser arrancados por completos de las paredes, después de permanecer allí muchos años. Representaban un hombre beligerante de cabellos rizados, rostro redondo partido por un bigote abultado y
expresión de fiereza, una mano levantada al aire y una camisera tipo polo.
Tardé mucho en identificar con certeza ese personaje en la historia política del país, porque solía pensar que su
nombre era Gaitán, hasta que dos producciones cinematográficas me aclararon la
diferencia entre Gaitán y Galán; se hablaba tanto de estos dos personajes con
cierto orgullo, además iniciaban con las dos primeras letras iguales y
terminaban con las mismas dos últimas. No sé ¿porqué? Pero siempre los confundí. Lo
cierto es que la imagen del cartel rosa siempre representaba para mí ambos nombres,
entonces yo sabía de quien hablaba, sin importar el nombre que pronunciaba, pues no tenía imagen alguna del otro personaje.
Sería mucho decir, si me aventurara a manifestar que conocía sus postulados políticos o sus propuestas
de gobierno y los apoyaba. Para nada. En el fondo del alma sentía que era
liberal, porque mi pueblo de algún modo lo era y mis padres también. Entonces tenía
la idea que eso era como el apellido o el equipo de fútbol, y ser liberal tenía
que ser algún tipo de legado, creo que guardé su imagen en un lugar
importante en mi memoria porque seguramente jamás tendré otro tipo de herencias.
La imagen más clara que tengo de Galán es la de su muerte. Recuerdo que
estaba con mi padre, madre y hermanos viendo las noticias, cuando repetidamente
y con estupor transmitían la imagen macabra de su muerte. Hoy en día me
pregunto si no es mucha información para unos niños; yo a lo sumo que era la
más grande tenía 10 años, mis dos hermanos pequeños 8 y 7 años, tal vez ellos
ni se percataron de lo que estaba pasando, yo estaba tan aterrada que sólo puedo
recordar que estaban a mi lado, pero no sé si jugando o viendo la tele cuadrada y grande como un cajón de historias en puntos lloviznados de colores. Yo de hecho inicialmente no entendía muy bien la imagen, apenas me
estaba familiarizando con la idea misma de la muerte, como para entenderla en el mundo real. Era un vídeo rápido con muchos
sonidos. La cantidad de noticias que se vinieron después y que reiteradamente mostraban ese momento me
dejaron muy claro el asunto, el líder que tenía esperanzado a "mi partido" y a mi
país, había muerto. Yo sentía cierta extrañeza por la preocupación de todos, porque en mi mente era una especie de superhéroe, y los superhéroes no mueren. También lo pensé luego con Pablo Escobar – porque no conocía su historia de terror,
sino sus hazañas, entonces siempre lo vi como un hombre superior - y otras personas que
en mi mente infantil fungían como tales.
Mi mayor tristeza era no poder entender porque ese hombre valiente que se había tirado en voladora y que todos llamaban guardaespaldas, sin tener ningún poder especial, había arriesgado su vida y nadie le veneraba de igual manera, pensaba que tal como el poderoso Galán, tendría esposa, hijos, madre, una vida, pero nadie lo mencionaba, nadie sentía dolor por su partida. Veía las repeticiones y sólo me atraía ese hombre de traje gris, él se robaba toda mi atención, ignorando al caudillo que estaba tirado bajo su cuerpo. Ahora que lo pienso ni siquiera sé si el guardaespaldas murió, sólo sé que no dudó en ponerse en medio de las balas y eso me parecía ridículo, yo sólo pensaba en que nadie podía tirarse a la muerte por voluntad propia. En fin, el país lloró con dolor la muerte de ese prócer del partido liberal en quien todos creían y tenían puesta su fe, y en su reemplazo llegó el presidente de voz insoportable que movilizó muchas cosas en mi recuerdo patrio.
Mi mayor tristeza era no poder entender porque ese hombre valiente que se había tirado en voladora y que todos llamaban guardaespaldas, sin tener ningún poder especial, había arriesgado su vida y nadie le veneraba de igual manera, pensaba que tal como el poderoso Galán, tendría esposa, hijos, madre, una vida, pero nadie lo mencionaba, nadie sentía dolor por su partida. Veía las repeticiones y sólo me atraía ese hombre de traje gris, él se robaba toda mi atención, ignorando al caudillo que estaba tirado bajo su cuerpo. Ahora que lo pienso ni siquiera sé si el guardaespaldas murió, sólo sé que no dudó en ponerse en medio de las balas y eso me parecía ridículo, yo sólo pensaba en que nadie podía tirarse a la muerte por voluntad propia. En fin, el país lloró con dolor la muerte de ese prócer del partido liberal en quien todos creían y tenían puesta su fe, y en su reemplazo llegó el presidente de voz insoportable que movilizó muchas cosas en mi recuerdo patrio.
Cesar Gaviria fue el sucesor de la campaña ganada que tenía Galán, como
años más tarde lo hiciera el presidente Santos con la bendición del presidente
de la derecha Álvaro Uribe Vélez, presidentes que he padecido en mi madurez y
de los que sí tendré más cosas que decir en otro momento.
Había escuchado muchas veces esa frase “Al Cesar lo que es del Cesar…” y
entonces relacionado a su cargo, la importancia que representaba y su nombre,
yo pensaba que ese sujeto era una especie superior de gobernante, y de allí su
nombre. Entonces, lo miraba con cierta atención, obviamente con la atención que
puede tener una jovencita en una edad tan inocente y ajena de los prejuicios
políticos, aunque con mayor interés del que un joven común presentaría a esa
edad por las situaciones del gobierno. No sabía si debía odiarlo o
amarlo, algunas cosas me maravillaban, y otras me hacían aborrecerlo. De allí
debí entender que es más fácil tener un amor o un odio ciego de los que
profesan los conceptos ampliamente caudillista difundidos por los partidos
políticos en la actualidad, donde simplemente todo lo que haga el que se apoya
es bueno y todo lo que haga el contrincante es malo. Así no hay que tener un
juicio racional sobre cada actuación, que cuesta tanto y requiere tal
conocimiento sobre cada materia. Yo por mi parte, he estado divagando entre los extremos y
los puntos medios, algo inclinada la balanza y sin poderme convencer de nada y
de nadie con fiel perseverancia.
Me pareció un asunto de mucho movimiento en medio de tanta pasividad en el país que
conocía, el cuento de la séptima papeleta que sin duda tenía una honda en el
ambiente de mucha agitación nacional, aunado a todo el asunto de Galán, o por lo
menos en mi mente todo se relacionaba. ¿Cómo había salido de allí algo tan
magnánimo en el gobierno y de un presidente tan joven como la carta política de
la que se hablaban maravillas? y que aun en la universidad pude experimentarla
como un avance para el pueblo, y no digo que fue idea o hechura de Gaviria,
pero si estoy convencida que los presidentes pueden obstaculizar o hacer
efectivos proyectos, además los presidentes eran el único gobierno que conocía,
no tenía idea de nada más, entonces para mí era su constitución.
En el colegio se volvió cátedra obligatoria, en contraposición a lo que se decía de la anterior que incluso era oculta, y sólo jueces y abogados podían acceder a ella, floreció un mecanismo más innovador aun como la tutela, y ese para mí es el mayor triunfo de esa carta. Este elemento tan cercano al pueblo, incluso en mi infancia me benefició y lo hace con cada ser humano que se queda sin opciones. Cuando los organismos de salud inclementes frente al estado de salud de mi madre, que por descuido se ha convertido el pan diario de cada día en nuestra familia y se ha hecho su modus vivendi, se negaban a cubrir unos medicamentos que finalmente le dan algo de estabilidad frente a una de sus muchas dolencias. Mediante una tutela que elocuentemente elaboró mi hermano el comunicador social, logró que se le humanizara un poco ese servicio, aunque fuera a regañadientes. Así nos traten de socialistas – y no digo que no tenga esa tendencia - a quienes la defendemos, sin duda la tutela es un regalo para el pueblo en defensa de unas organizaciones económicas que se mueven por poder y dinero, y que esos mismos poderes tratan de derrocar desde que la parió nuestra Carta Magna.
En el colegio se volvió cátedra obligatoria, en contraposición a lo que se decía de la anterior que incluso era oculta, y sólo jueces y abogados podían acceder a ella, floreció un mecanismo más innovador aun como la tutela, y ese para mí es el mayor triunfo de esa carta. Este elemento tan cercano al pueblo, incluso en mi infancia me benefició y lo hace con cada ser humano que se queda sin opciones. Cuando los organismos de salud inclementes frente al estado de salud de mi madre, que por descuido se ha convertido el pan diario de cada día en nuestra familia y se ha hecho su modus vivendi, se negaban a cubrir unos medicamentos que finalmente le dan algo de estabilidad frente a una de sus muchas dolencias. Mediante una tutela que elocuentemente elaboró mi hermano el comunicador social, logró que se le humanizara un poco ese servicio, aunque fuera a regañadientes. Así nos traten de socialistas – y no digo que no tenga esa tendencia - a quienes la defendemos, sin duda la tutela es un regalo para el pueblo en defensa de unas organizaciones económicas que se mueven por poder y dinero, y que esos mismos poderes tratan de derrocar desde que la parió nuestra Carta Magna.
Hablando de garantías y herramientas, tengo que hacer un paréntesis que
viene a mi memoria, y es cómo llegó a mi conciencia la idea de los derechos.
Tuvo que ser antes de la constitución política porque los tenía gravados al
reverso de unos cuadernos de páginas amarillas sobre su portada color mostaza, y, esos
cuadernos los utilicé en la escuela. Era como una honda de los derechos humanos
que proclamaba en especial derechos muy puntuales que teníamos los niños.
Entonces yo blandía ese texto a mis padres cada vez que sentía vulnerados mis derechos
con la amenaza de que un día los iba a demandar. Creo que por esa razón tuve
que estudiar derecho, porque no sabía como más cumpliría mi promesa.
Volviendo al presidente Gaviria, recuerdo mucho su famosa hora, que nos
puso a madrugar desde más temprano y a acostarnos igualmente antes de lo
acostumbrado. Todos al unísono en el momento indicado pusimos creo que por
única vez en la historia del reloj, a marchar al mismo ritmo nuestros
cronómetros, los que debieron ser adelantados una hora. Creo que nadie más ha
sido tan osado como para alterar la naturaleza de ese modo, entonces eso me
convenció más del poder de ese Cesar.
El racionamiento que condujo al presidente a tomar esta medida, significó
un gran sacrificio para el país. Años más tarde escuché que fue producto de
malas decisiones, pero para entonces sólo era un mal global. Debía racionarse
el suministro de energía porque estaba agotada y el clima era adverso, entonces
conocimos el petróleo, la gasolina y luego el gas como otras alternativas para
suplir la energía eléctrica, mostrando que para cada adversidad hay múltiples
posibilidades y los colombianos somos aprendices mesurados y pacíficos. El caso
es que en mi memoria, la única abnegada
era mi madre que estudiaba de noche y tenía que hacerlo bajo la luz de una
lámpara que no iluminaba con mucha fuerza su aula de clase. En cambio mi vida
se tornó muy divertida. Nos reuníamos con todos los vecinos, que la mayoría
eran de mi familia o había crecido jugando futbol en la calle con ellos o “toma
todo” en la sala de alguna casa, entonces eran muy cercanos. Elaborábamos
juegos que no necesitaran de mucha iluminación, inquiríamos las formas de las
estrellas que se compadecían con las constelaciones que en las mañanas
buscábamos en los viejos libros de la biblioteca, contábamos historias,
cantábamos melodías a varias voces, bailábamos, era todo un programa cultural y
recreativo al que nunca le sacábamos tiempo, excepto porque en las horas de la
noche no había electricidad, entonces yo me preguntaba si no debían quedarse
así las cosas.
Un día eso terminó y la vida volvió a su estado inicial, compartiendo
poco con los vecinos, sin tiempo para esos asuntos, pero eso sí, con energía eléctrica. Movimos las
manecillas del reloj y la hora se equilibró con la naturaleza. Nos demoramos un
poco de tiempo para retomar la costumbre del sueño, pero ahora no es más que
una página de la historia que no sé si es contada, porque mi sobrina no sabía de
ella.
Mi madre y otras señoras, que yo veía como impecables, bien vestidas,
hogareñas y hacendosas, años atrás habían fundado una cooperativa de
confecciones, hacían unas bellísimas y delicadas camisas de bebé, que
exportaban, según recuerdo a Alemania. Mi madre y las otras señoras se ayudaban
con eso para no ser del todo mantenidas por sus maridos y aportar algo en el
sostenimiento de sus hogares, hasta mis hermanos y yo nos ganamos unos cuantos
pesos pegando botones y puliendo los excesos de tela en esas diminutas prendas
de vestir. Entonces un día ese presidente que empezaba a ganarse mi admiración,
porque había llevado, creía yo, bien esa tarea del destino, se tiró en la venta de esas decentes señoras, con un demonio que se llamaba apertura
económica y que era un concepto defendido a capa y espada por el partido
liberal. Desde entonces repudié la herencia del partido y me cuestioné qué
intereses tenía ese señor para ser tan cruel con esas nobles damas que nada le
habían hecho. No entendía de lo que
mundialmente significaba, y en verdad no me importaba, porque el mundo ya no
compraba esa hermosa y delicada ropita que hacía tan feliz a mi mamá y nos daba
cierta independencia a nosotros sus hijos.
Creo que ahí perdí el interés por ese hombre, y sentí cierto desgano de
las pasiones que generan los asuntos políticos. Años más tarde volví a saber de
él cuando fue nombrado secretario de la OEA, inmediatamente dije, “fijo vendió
al país por ese puesto”, comentarios normales de los que hacemos en el pueblo
cuando no tenemos conocimientos sensatos de cultura política, o de los que
hacen los que saben, para manipular votos. Finalmente escuché hablar de nuevo a
ese hombre ya sumamente maduro, con muchas más canas de las que salió de la
presidencia - porque como he dicho, desde que tengo conciencia que todos los
presidentes que ingresan jóvenes, salen viejos de ese cargo - lo escuché
hablando en un tono mesurado e interesante del proceso de paz. Creo que en última
instancia es un personaje que nunca podré entender si me repugna por su voz y
las decisiones que me afectaron, o si me genera curiosidad por la inteligencia
de sus decisiones y sus pronunciamientos.
Estuve a punto de saltarme los dos presidentes que siguen, y realmente
pasaron cosas muy importantes en sus gobiernos. Creo que las circunstancias
actuales hacen parecer como si los dos últimos presidentes fueran los únicos
que tiene el país. Agradezco a mi memoria eventual por traerlos de regreso y no
permitir que se escaparan.
Lo mejor del presidente Ernesto Samper Pizano, es su hermano el
periodista, en repetidas ocasiones he leído sus escritos y realmente son
contundentes y divertidos. Frente a la opinión pública fue el presidente del
proceso ocho mil, la frase popular “aquí estoy y aquí me quedo” y ese habladito
arrastrado que bien representó en muchas oportunidades Vargas Vil. Si no fuera
por todo el escándalo del proceso Ocho mil, creo que hubiera sido en mi memoria
otro Virgilio Barco, tierno y sin mucho movimiento, pero sin duda la realidad
de la corrupción evidenciada en ese proceso movió los cimientos de la
democracia en este país e inició un desgano sobre lo político que ha
desembocado en la polarización extrema actual.
Por aquellos años había crecido un poco, pero no por eso tenía madurez
política. Sólo puedo recordar que eran dos candidatos, uno muy apuesto que veía
como un desperdicio que pasara por la envejecedora presidencia de la república
y otro pequeño, sencillo y con aspecto de osito cariñosito. Finalmente ganó el
derecho a la ternura, pegándome descaradamente del título hermoso de un libro
de un autor de apellido Restrepo. Su contrincante era acérrimo en la lucha y yo
simplemente lo veía como un perdedor herido, de esos que no asume con dignidad
la derrota y pelea hasta el cansancio, y ese cansancio fue la siguiente
presidencia, porque finalmente en medio de todas las investigaciones, la
aprehensiones causadas por malversación de fondos que el electo decía “fueron a
sus espaldas”, el presidente y su fuero resultaron impolutos y se sembró en el
poder como el mismo lo decía “aquí estoy y aquí me quedo” hasta el final de su
período.
En realidad ese hombre nunca me molestó, siempre me hacía sentir más
incómoda el otro, que siendo más grande se metía con ese pequeñín movido por un
interés morboso de ocupar su escaño. En mi memoria por muchos años quedó la
imagen de este otro liberal como si hubiera pasado por su cargo con más pena
que gloria, como si sólo hubiera calentado el trono presidencial sin hacer
absolutamente nada. Años más tarde tuve la oportunidad de tener una
conversación con alguien más versado en el tema, quien me habló de programas de
los que hoy se vanaglorian muchos dirigentes que iniciaron en su gobierno, del
criterio y las ideas de orden social que tenía además de su carisma, pero en últimas
no estoy contando más que mis sensaciones en cada tiempo y además de la ternura
de abuelo que me generó en su momento no puedo recordarlo en la historia con un
nombre diferente que el del proceso ocho mil.
En orden cronológico y evidente tenía que ser nada más y nada menos que Andrés
Pastrana el siguiente presidente, y la verdad no esperaba menos, donde a ese
hombre no lo nombren en ese cargo quien se lo aguanta otro período haciendo pataleta
porque perdió. En ese momento supe que era conservador, y de algún modo sentí
alivio por haber nacido liberal, porque me daría mucha pena ser seguidora
aunque fuera por legado de un pataletoso de esos, de hecho ya no lo veía tan
bello, pero mi vecina gritaba a los cuatro vientos, ¡ganó ese papasote!, o sea
que yo no era objetiva y la visión de mi vecina no fue afectada por las
pataletas, o ella que ya era adulta entendía que no eran pataletas, sino las
verdaderas razones que él tenía para lo que pasó en ese momento.
Finalmente lo miré siempre con desinterés, alguna vez dije: “para que
hizo tanto ruido, si finalmente sin tenerse a él mismo haciéndose persecución,
debía verse lo que hacía, pero se notaba menos que mi osito cariñosito”. Hasta
que finalmente tuvo una participación muy sonora en la historia del país que
había empezado con su campaña. Voy a contar algo que puede ser un garrafal
error con la historia, pero me prometí a mi misma contar mis recuerdos sin
corroborar verdades históricas. Tengo un recuerdo vago de un guerrillero, si no
estoy mal Marulanda Velez, que llevaba una toalla en el hombro, regalándole un
reloj, y esa fue su bandera como ahora es la de Santos. Él pretendía terminar un conflicto que ya
llevaba muchos años en Colombia y que ha causado muertes interminables – loable
propósito – pero la verdad terminó peor que el presidente del proceso ocho mil,
porque él que era un presidente conservador para quienes son muy importantes
los conceptos de autoridad, terminó metido en la grande, entregando partes del
país en una zona llamada de distención, desde donde después se supo que se
fortalecieron las fuerzas armadas reveldes, se cometieron graves delitos y
fracasó otro proceso de paz. Mi memoria no me alcanza para saber cuando fueron
los otros procesos, entonces para mí fue el primero, sin duda nefasto, pero en
algunas ocasiones defendí a ese conservador de otras personas que como yo
también eran ignorantes en el tema, porque me parecía muy injusto que todo el
país se le fuera encima, finalmente él tenía buenas intenciones, que culpa
tenía el pobre que los otros se le hubieran salido de control, si pasaba en las
familias con los adolescentes como yo lo estaba experimentando, como no iba a
pasar en un país y una organización de tantas personas, además el país le
reclamaba acciones y esa fue la que a él se le ocurrió.
Como todo en el país y a consecuencia del fracaso del Caguan,
necesitábamos un salvador, Pastrana lo fue de la corrupción, la violencia y los
secuestros. Uribe lo fue de la guerrilla, y sobre eso cimentó su campaña, sobre
el fracaso de Pastrana, pero es tan inteligente que ha logrado tenerlo a su
lado cuando lo ha necesitado sin que le haga berrinches. Es sin duda uno de los
presidentes que más emotividad y participación en discusiones me ha causado. Quisiera
ni hablar de él para no empañar esta visión transparente y sin influencia que
hasta entonces tuve de la política del país, pero como dejar de lado un hombre
al que todavía más de medio país llama el presidente Uribe, en lugar de ex
presidente, aun cuando su sucesor lleva dos mandatos.
Al inicio tengo que reconocer que tuve voluntad de no aceptarlo, le
tenía desconfianza por las cosas que se decían de su Gobernación de Antioquia,
estaba recelosa a no creer en él, pero el problema que tenemos los colombianos
sin formación política es que nos convencen con un par de artimañas bien
montadas. Entonces alguien en quien creía y decía conocerlo como amigo me
explicó un par de cosas de su carrera política, me convenció de mi ignorante
opinión sobre su radicalismo, que para nada era un hombre de extrema derecha,
que por el contrario venía del partido liberal, había pasado por el sector
democrático y por lo tanto era un hombre de centro. Si bien no entendía lo que
era eso porque siempre había considerado que uno era de izquierda o de derecha,
y era liberal o conservador, eso de ser de centro debía ser como medio malo y
medio bueno, y yo sólo lo veía como malo, entonces tendría cosas que aprender,
y medio me dejé convencer, además paraqué, pero el hombre tiene un discurso
embelesador, como orador Maquiavelo diría de él este es mi perfecto príncipe, y
no sólo por su oratoria sino también por sus estrategias, su libro de cabecera,
dentro de la biblia que debe cargar para mantener su imagen de niño Dios de
atocha, debe ser el libro del florentino, porque lo sigue al pie de la letra.
De él tengo vivencias más que solos recuerdos, creo que el más noble de
ellos fue el amor que mi mejor amiga le profesaba, una foto de él con una
colombina en la boca que le regalé como recordatorio, en la que sí parecía un
ser humano común y corriente y no el semidiós en que se ha convertido, ese
sombrero aguadeño que habla de nuestra cultura arriera y su tecito de valeriana.
Por lo demás tengo recuerdos cuando estaba en la Universidad de un hombre más
cercano a un dictador que a un presidente demócrata, con una aversión irracional
por la participación ciudadana, que cuestionaba todas las instituciones y que
si por él fuera las hubiese radicado todas en su cabeza, se parecía demasiado a
su homólogo venezolano y que me perdonen los uribistas por la comparación,
porque sé que para ellos es un sacrilegio, pero yo no notaba diferencias entre
la cuasidictadura de izquierda del uno y la de derecha del otro, creo que por
eso chocaban sus egos de magistral forma.
No quiero darle más largas a este personaje, excepto para decir que uno
de los muchos cambios que emprendió contra la hermosa constitución política fue
para perpetuarse en el poder, lo que le permitió una reelección, y que si no es
frenado por la corte constitucional hubiese sido reelegido eternamente, porque
hizo su mayor esfuerzo pero no le alcanzó. Y que trató por todos los medios de
acabar con esos diabólicos mecanismos terroristas modernos como la
participación ciudadana y la tutela que no pudo derrotar con sus esfuerzos, y
de los que hoy ridículamente y en su beneficio, es abanderado.
Me siento un poco incómoda sin duda con este recuerdo, no es tan grato,
efímero y ausente como los demás recuerdos, y sin duda hace parte de la
polarización en que se sumió el país a partir de ese momento. Todos los
candidatos que son de la inclinación política de quien los describe hacen todo
perfecto y sus opositores no hacen nada bueno. El problema es que ya no se de
qué partido soy, porque si este sujeto es del partido liberal y de centro, es
decir, de mi partido heredado y medio bueno, medio malo, como me considero yo
misma, y no es de mi gusto y en realidad termino por no gustar de nada, ¿será
que soy como una especie de ateos de esos que se casan por la iglesia. Termino
hablando de política sin creer en que sea posible la redención? O ¿será que ya
parezco de esas viejitas que van a misa a criticar los escotes de las amantes
de sus vecinos en lugar de concentrarse en el evangelio?, no lo sé, pero es que
quisiera verle lo bueno y poderoso que le ven sus seguidores, esos que se
rasgan las vestiduras y hoy creen que la participación ciudadana que ayer era
terrorismo, es el camino. Pero dejémoslo
descansar en paz, que si esto lo lee un uribista voy directo al cadalso, y mi
intención es recordar no polemizar.
En esas ironías de las historia aparece como marioneta de circo el
último presidente que me ha tocado, me da hasta pereza hablar de él, pero que
se puede hacer, si ya forma parte de la historia patria, y por partida doble
porque para ajustar se pegó del quebranto a la constitución de la reelección y
ya lleva dos períodos. Lleva sus cejas levantadas, tez blanca, un poco rubio o
ya canoso, tiene cara de perverso, pero refleja cierta inocencia, tiene el peor
de los discursos, pero tiene una voluntad férrea. Ese hombre sí que es un
personaje misterioso, dicen que es neoliberal pero ha participado de algún modo
de todos los gobiernos, siempre que lo veía en acción me confundía más y sentía
que menos sabía de política, porque lo veía cambiar como veleta sus posiciones,
de hecho me molesté con los uribistas cuando hablaban maravillas de él. Cuando
fue ministro de defensa de su antecesor, terminó siendo tan recalcitrante como el
mismo Alvarito y teniendo esas discusiones acaloradas y polémicas con el
presidente Venezolano, creo que el país hasta olvidó su paso por hacienda y sus
demás apariciones en la vida política, porque este era otro hombre, el uribista.
Cuando el ministro de agricultura que era en estampa de la misma envergadura
del gobernante de turno, fue apresado por malversación de dineros públicos,
apareció en escena el conocido chuqui, pasando por encima incluso de
personalidad como Germán Vargas Lleras que por trayectoria e ideologías parecía
el digno representante de la mano firme que hasta entonces imperaba, pero en su
reemplazo el sabio Álvaro, muy conocedor de la política del país, le dio la
bendición a la veleta política que hoy tenemos como presidente y en lugar de
asumir la responsabilidad por su desacierto volcó el país en una riña sobre
quien están a su favor o en su contra, y así es como quienes no lo veneramos
terminamos siendo señalados como santistas, seguidores del personaje macabro
que finalmente salió de su regazo.
Pero ese santos tiene su cuento, ha hecho cosas que yo misma no creía
que podría lograr. Si bien es más longevo, sin duda tiene excelentes
estilistas, porque en las últimas fotos no sale tan acabado y canoso como los
otros presidentes. Se ganó un novel de la paz, por el segundo esfuerzo que yo
he conocido por terminar con el flagelo de la guerra que ha azotado el país los
últimos 50 años, en ese último proyecto yo sí estuve de acuerdo, así como
defendí a pastrana también lo defendí a él cuando la campaña del sí y el no,
obviamente fue defensa entre amigos porque no me da el patriotismo para mas,
pero me aburrí con los resultados y en ultimas no sé en qué va eso, me parece
muy triste que si las verdaderas víctimas del conflicto quieren que cese y
están dispuestas a perdonar, nosotros se los neguemos con artilugios políticos,
pero se respeta la democracia y si el país quiere que continúe es mejor no
meterse en esos asuntos y que responda la mayoría. Por ahí escuché que van a
revocar el mandato de este presidente, si lo logran me parece excelente porque
en ultimas pondrían en funcionamiento una herramienta que es muy bella, sobre
la que quise hacer mi trabajo de grado y que en ultimas concluí que casi no sirve
de nada, pero eso enseñaría mucho de participación ciudadana, si es en verdad
ciudadana, y no parte de la polarización partidista que siente que tiene que
recoger el error de su oveja descarriada.
En un intento...
EL PINCHADO
(7 a.m., Julio César sale de su casa para
el trabajo, a la hora habitual. Es 24 de diciembre y está lloviendo, se ve
retrasado por la congestión en las calles. 7:05 a.m. Tiene que frenar porque un
motociclista se pasó un semáforo en rojo y pasa muy cerca de su vehículo.)
JULIO CÉSAR: (furioso, suena la bocina en
repetidas ocasiones y se pone a refunfuñar sin que se le entienda nada) ¡Fíjese por dónde va, que primero me
lo llevo por delante y me sale más barato que el arreglo del carro!
MOTOCLISTA: (hace una seña con su dedo medio
y sigue su camino)
JULIO CÉSAR: ¡Por eso
engrosan las cifras de muertos en esta ciudad!
(Llega a la calle San Juan, cinco
minutos más tarde, se escucha un fuerte sonido de rin y asfalto).
JULIO CÉSAR: ¡Mierda!
Siete y diez, me cogió la tarde.
(Se baja del auto se pone el gabán en
la cabeza)
JULIO CÉSAR:
¡Lo que me faltaba!
(Saca el teléfono y llama a su
secretaria, mientras sostiene con la otra mano el gabán)
JULIO CÉSAR:
Contesta, por dios, contesta… ¡dónde carajos te metiste!
(Reintenta la llamada)
JULIO CÉSAR: Si
no me contestas, vas a saber quién soy yo y de lo que soy capaz.
(Insiste)
JULIO CÉSAR:
No pues, bonita manera de empezar el día.
(Tira el teléfono)
JULIO CÉSAR: (Mira el carro
tratando de entender que pasó, le da una vuelta y exclama)
¡Ah, una llanta!
(Un carro que ha quedado detrás del suyo le
pita varias veces esperando que se mueva)
JULIO CÉSAR: (Grita estresado) ¿Es ciego o no ve que
se me pinchó la llanta?
CONDUCTOR: (Pasa
a su lado y acelera con rabia, chisgueteando a Julio César con el agua
represada)
JULIO CÉSAR:
Además de ciego, grosero. ¡Imbécil!
(Se mira, se quita el gabán y lo
guarda en el carro, saca un pañuelo, se limpia un poco)
JULIO CÉSAR: Ahora si quedé de exhibición.
(Pasa una taxista, con su vehículo colorido y adornado para las fiestas
decembrinas, justo por su lado)
TAXISTA: ¿Señor,
está bien?
JULIO CÉSAR: (Con ironía) ¿Usted qué cree?
TAXISTA: (También con ironía) ¡Que está perfectamente!
JULIO
CÉSAR: Mire, no estoy de humor para las bromas de nadie y menos las suyas.
(Se escucha el sonido de un bus que
acaba de frenar)
TAXISTA: Si
desea puedo ayudarlo.
JULIO CESAR: La
verdad no creo que usted pueda hacer algo por mí.
TAXISTA: ¿Y por
qué cree eso? ¿Por qué soy mujer?
JULIO CESAR: Yo
no he dicho eso, pero ya que lo menciona…
(La taxista sigue detenida por el
taco que forma en ese momento la congestión, pero empieza a mover sus dedos en
señal de querer partir pronto, y voltea su cara para ignorarlo, mientras tanto
Julio César abre la maleta y empieza a mirar las herramientas del auto)
TAXISTA: (Se ríe en tono de burla) Por la cara que tiene usted no tiene
ni idea de cambiar una llanta ¿o me equivoco?
(Ahora se escuchan pitos de carro en
escala, porque la taxista queda deteniendo el tráfico, mal parqueada)
TAXISTA: (Grita al aire) Si tienen mucho afán pasen por
encima.
JULIO CESAR: (Recoge el teléfono e
intenta llamar de nuevo) Pero… ¿dónde se mete esta mujer cuando la necesito? (Pausa)
¡Ah, ni que hubiera matado un cura!
(Y dirigiéndose a la taxista, le pregunta) ¿Es que acaso usted sí tiene idea de
cómo montarla?
TAXISTA: (Parquea el carro delante del de Julio César
y se baja desafiante) ¿Tiene llanta de repuesto? ¿Puede pasarme el
gato?
Julio César se nota un tanto sorprendido, la taxista insiste.
¿Puede pasarme el gato por favor? Ah,
y la llanta de repuesto, obviamente.
JULIO CÉSAR: (Ataca) No me diga que aparte de cantar vallenatos también sabe…
TAXISTA: (Furiosa por las palabras de Julio César, se dirige a su carro y
le pone más volumen a la canción que suena en la emisora “…porque hay navidades
tristes y navidades alegres…”)
JULIO CÉSAR:
¡Qué gustico el suyo…¡ No ha escuchado ese adagio popular que reza “ni el
vallenato es música…”
TAXISTA: (Sonríe irónicamente)
JULIO CÉSAR: (Resignado
se dirige a la maleta) Acá está todo lo que necesita. Por cierto, debería tener más cuidado con
ese botón, porque la va a terminar dejando en la calle.
TAXISTA: (Se arranca el botón y lo tira a los pies de
Julio César)
¡Tiene usted razón, debería tener más cuidado!
(Ella saca el gato y la llanta de repuesto y
se dispone a montarla)
(Por un minuto solo se escucha el
ruido de los carros que pasan a su lado y de las instalaciones de luces y
cánticos encendidas a su alrededor)
JULIO CÉSAR: (Desesperado, intenta
llamar de nuevo)
Maldita sea, ¿dónde estará metida?
TAXISTA: ¿Su
esposa?
JULIO CESAR:
No, mi secretaria.
TAXISTA:
Claro, su secretaria. ¿Cómo se me va a ocurrir que usted pueda estar casado?
JULIO CESAR: (La mira triunfante, alzando una ceja) Bueno, por lo menos yo no estoy
divorciado.
TAXISTA: Sí, ¿y
por qué supone usted que yo estoy divorciada?
JULIO CESAR: Por
la marca en su índice derecho.
TAXISTA: (Mirándolo fijamente) ¿Y qué más es evidente según usted?
JULIO CÉSAR: Que
es una mujer religiosa, devota de la virgen del Carmen, que el taxi es suyo,
seguramente le quedó del divorcio, pero no gana mucho dinero con él, que
posiblemente estudia en las noches, y una carrera universitaria, que no tiene más
de 25 años. Se casó joven y se dedicó a su esposo y ya divorciada no tuvo otra opción que trabajar para
mantener a Juan, su hijo, que usa zapatos bajos porque se le hinchan los pies,
que tenía dos perforaciones en el oído, pero una se le cerró por no usar
pendiente en él…
TAXISTA: (Interrumpe con un aplauso) No pues, ¿cómo
lo llaman? ¿Tony Kamo?
JULIO CESAR:
No soy adivino, solo soy observador.
TAXISTA: (Ridiculizándolo) Cualquiera hace eso, déjeme intentarlo. Usted vive con su
madre, nadie le parece suficiente por eso no se ha casado, vive una vida
aburrida, es insensible y huraño, tiene mucho dinero pero no sabe en qué
gastárselo, el mundo no le gusta, y siente que este es el peor día de su vida
porque se le pinchó una llantica de su BMW y su secretaria no le contesta el
celular. ¿Me equivoco?
JULIO CÉSAR: (Mirándola fijamente, pero muy serio) Mire, hay cosas que uno no habla con
cualquiera, mejor termine eso y vámonos (La última frase tiene que irla aumentando
progresivamente porque el caos de la calle no le permite seguir hablando
suavemente)
(La taxista lo mira indignada, sintiéndose mandada por Julio César)
(Ha dejado de llover, suena el
celular de Julio César)
JULIO CÉSAR: Josefina,
¿dónde estaba metida? No sabe por lo que he tenido que pasar (del
teléfono se escucha jeringonza). Bueno, bueno, las explicaciones
déjelas para después, hoy ya no llego a la oficina, tome todos mis pendientes
que el lunes los resolveré.
(Mira a la taxista y le reclama) ¿Qué está esperando para cambiar la llanta? ¿O es que acaso
le quedó grande?
TAXISTA: (Ofendida tira todo, decide no ayudarlo y se monta a su taxi)
JULIO CESAR:
¿Cuánto quiere?
TAXISTA: (Lo mira con desprecio)
JULIO CÉSAR: ¿Cuánto
quiere? El dinero es lo de menos, dígame cuánto quiere que yo le pago, pero no
me deje aquí tirado.
(Silencio)
JULIO CÉSAR: (Gritando) Tranquila, váyase, no necesito que nadie me ayude, ni que me
regale nada... váyase, váyase que yo puedo solo.
(Mientras prende su carro, ella lo mira por el retrovisor. Un perrito
desorientado y muy aporreado trata de pasar la calle. Julio César se tira
desesperado para protegerlo, pues puede ser atropellado por un carro. Lo carga
y busca de nuevo el gabán en el auto y lo cubre con él)
(La taxista respira, Julio César intenta secar al perrito)
(La taxista conmovida se baja de su carro nuevamente)
TAXISTA: Está
bien, lo voy a ayudar, pero con una condición, que se quede callado, una
palabra más y lo dejo aquí.
(Julio César asiente y alza la mano derecha en señal de promesa, cuidando
de no dejar caer al perrito)
(Taxista montando la llanta, Julio César parado al lado con el perrito en
sus brazos).
FIN
2 comentarios:
Sólo puedo decir que la palabras cobran vida, llenas de magia.
Excelentes escritos envolventes, con un sello de narración histórica, jocosa, satírica, agradable. Felicitaciones Mary.
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